«En el primer tiempo del vals,/ completamente sola ya sonríes./ En el primer tiempo del vals,/ estoy solo pero te veo./ Y París que marca el tiempo./ París que mide nuestra emoción...» Poeta, compositor, cantante y actor, Jacques Brel acabaría siendo, sin embargo, mucho más que el autor de tan manida e inolvidable canción sobre el amor sumiso, como atestigua su inmensa y muy contemporánea obra, de cuando los verdaderos autores hablaban con honestidad de la vida y huían del éxito fácil.
Hace casi 30 años, el 9 de octubre de 1978, fallecía en un hospital próximo a París, a la temprana edad de 49, de un cáncer de pulmón. Desde 1975 navegaba por el mundo en su velero L’ Askoy y, como Paul Gauguin tres cuartos de siglo antes, había llegado al mismo lugar de Atuana, en la isla de Hiva Oa, en el lejano archipiélago de Las Marquesas. Allí sería enterrado, muy cerca del pintor, pero antes todavía tuvo tiempo y ganas de grabar un último álbum, de título simplemente Brel (Barclay, 1977); quizá su mejor álbum, justo al final.
Empezar a engañar
El artista había dejado prácticamente la canción hacia 1967, «porque estaba en el momento en que se empieza a engañar», para dedicarse más al cine y el teatro. Cuando salió al mercado, en el otoño anterior al de su muerte, las tiendas de discos de París, como las de toda Francia y toda Bélgica, su Llano país, se cubrieron de pilas enormes de aquel álbum, después de haber satisfecho más de un millón de pedidos por adelantado.
«Hablan de la muerte como tú hablas de una fruta./ Observan el mar como tú miras un pozo./ Las mujeres son lascivas, al sol temible./ Y aunque aquí no hay invierno, esto tampoco es el verano... En Las Marquesas...», descubre cómo quiso recibir a la muerte, cuando la veía llegar. Encima lo contaba sin ambages, del mismo modo que se consolaba con los recuerdos de su mejor amigo, Georges Pasquier, o que reconocía con amargura que «la vida no hace regalos» y expresaba, desde el anonimato en un aeropuerto, que «es triste/ Orly el domingo,/ con o sin Bécaud»
.Brel será artífice destacado de la canción francesa de su época, de gran influencia tanto fuera como dentro de Francia, junto a autores e intérpretes como Piaf, Brassens, Bécaud, Léo Ferré, Ferrat, Barbara, Juliette Gréco o Charles Trenet, el mayor y el maestro de la mayoría, como él mismo reconoce.
Brel, como Brassens, no duda en cantarlo todo de todos: del diablo, del odio, de la ternura, de las mujeres, de las damas protectoras, del próximo amor, de Rosa, de Mathilde, de Marieke y de Clara, de los nombres de París y de la Bruselas de sus abuelos, cuando él «esperaba la guerra» y ella «esperaba a mi padre», o de los burgueses, de cuya forma de ser nunca pudo sustraerse del todo, aunque llegara a maldecirlos con sangrante ironía: «Los burgueses son como los cerdos, cuanto más viejos se hacen, más estúpidos se vuelven».
Solista
Cuando en 1961 actúa por primera vez como solista en el Olympia, Edith Piaf se rendiría a la evidencia y brindaría con buen vino tinto por el artista: «Va hasta el límite de sus fuerzas; cada frase te llega a la cara y te deja como groggy», detalla Marc Robine, cantante e historiador de la canción francesa, y autor del libro biográfico Grand Jacques, le roman de Jacques Brel (1998).
En 1964 vuelve a actuar en el mítico teatro. Esta vez, en medio de un repertorio a medio renovar, presenta Amsterdam, otro de sus éxitos instantáneos, que años después llegará a adaptar el camaleónico y sofisticado David Bowie, que no pudo resistirse a la fuerza expresiva de la canción que mejor resume el espíritu del vaivén humano en los puertos marítimos.
Volverá a tener otra gran actuación en el templo de las variedades, ya en 1966, pero al año siguiente se despide de la canción en Nueva York, hasta el entonces impensable último disco.
Independiente a muerte, no dejó sin embargo de especificar su compromiso con la sociedad de su época, cuando ya al final, en 1977, en el tema que dedicada al fundador del Partido Socialista de Francia, asesinado en 1914, acuña en el estribillo para que no se olvide jamás «¿por qué mataron a Jaurès?».
El engañoso ‘abad’
El descreído y socarrón Brassens le puso el sobrenombre de L’Abbé Brel, para el regocijo de Ferré, Reggiani, Leclerc, Moustaki y todos los que pululaban por los cabarets de París, tal era el talante parroquial del recién llegado. Pero Brel había dejado una acomodada vida –como director de la cartonería de su padre– y acabaría alejándose de su mujer y sus hijas: «la paternidad no existe», dice.
Brassens, poeta esencial, es siete años mayor, pero ambos comparten una amistosa y creativa rivalidad jalonada por temas abordados por ambos con maestría y agudeza, como los tratos con las mujeres, los excesos de los patrones, el acto de testar los bienes o la muerte.
Él mismo encontraba la gracia en una guitarra. Luego, todo lo arreglaban con combinatoria moderna sus inseparables el director de orquesta François Rauber y el pianista Gérard Jouannest, compañero de Juliette Gréco. La musa del existencialismo fue de las primeras en incorporar a Brel a su repertorio, con Le diable, allá por 1957: «Nada se vende pero todo se compra./ El honor e incluso la santidad, esto marcha./ Los Estados se transforman a escondidas/ en sociedades anónimas, esto marcha./ Los grandes se disputan los dólares/ venidos del país de los niños./ Europa repone El avaro...»
     
  Ne me quitte pas
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Il faut oublier 
  
 
  
Tout peut s'oublier
  
 
  
Qui s'enfuit déjà
  
 
  
Oublier le temps 
  
 
  
Des malentendus 
  
 
  
Et le temps perdu
  
 
  
A savoir comment 
  
 
  
Oublier ces heures 
  
 
  
Qui tuaient parfois 
  
 
  
A coups de pourquoi 
  
 
  
Le cœur du bonheur 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas
  
 
  
Moi je t'offrirai 
  
 
  
Des perles de pluie
  
 
  
Venues de pays 
  
 
  
Où il ne pleut pas 
  
 
  
Je creuserai la terre 
  
 
  
Jusqu'après ma mort
  
 
  
Pour couvrir ton corps
  
 
  
D'or et de lumière 
  
 
  
Je ferai un domaine 
  
 
  
Où l'amour sera roi 
  
 
  
   
  
Où l'amour sera loi
  
 
  
Où tu seras reine
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Je t'inventerai
  
 
  
Des mots insensés
  
 
  
Que tu comprendras 
  
 
  
Je te parlerai 
  
 
  
De ces amants-là 
  
 
  
Qui ont vu deux fois 
  
 
  
Leurs cœurs s'embraser
  
 
  
Je te raconterai 
  
 
  
L'histoire de ce roi 
  
 
  
Mort de n'avoir pas 
  
 
  
Pu te rencontrer 
  
 
  
Ne me quitte pas
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas
  
 
  
Ne me quitte pas
  
 
  
On a vu souvent 
  
 
  
Rejaillir le feu 
  
 
  
D'un ancien volcan 
  
 
  
Qu'on croyait trop vieux
  
 
  
Il est paraît-il 
  
 
  
Des terres brûlées 
  
 
  
Donnant plus de blé 
  
 
  
Qu'un meilleur avril 
  
 
  
Et quand vient le soir 
  
 
  
Pour qu'un ciel flamboie 
  
 
  
Le rouge et le noir 
  
 
  
Ne s'épousent-ils pas 
  
 
  
Ne me quitte pas
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Je ne vais plus pleurer
  
 
  
Je ne vais plus parler 
  
 
  
Je me cacherai là 
  
 
  
A te regarder
  
 
  
Danser et sourire 
  
 
  
Et à t'écouter 
  
 
  
Chanter et puis rire 
  
 
  
Laisse-moi devenir 
  
 
  
L'ombre de ton ombre 
  
 
  
L'ombre de ta main 
  
 
  
L'ombre de ton chien
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas 
  
 
  
Ne me quitte pas.
  
 
  
 
  
 
  
Traducción
  
 
  
 
  
No me dejes
  
 
  
 
  
Es necesario olvidarse 
  
 
  
De todo puede olvidarse
  
 
  
Que ya se va 
  
 
  
Olvidar la época de los malentendidos y del tiempo perdido 
  
 
  
A saber cómo
  
 
  
Olvidar esas horas 
  
 
  
Que mataron a veces 
  
 
  
A golpes de preguntas 
  
 
  
El corazón de la felicidad 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
 
  
Yo te ofreceré
  
 
  
Las perlas de lluvia 
  
 
  
Venidas de países 
  
 
  
En donde no llueve 
  
 
  
Cavaré la tierra
  
 
  
Hasta después de mi muerte
  
 
  
Para cubrir tu cuerpo 
  
 
  
De oro y de luz 
  
 
  
Haré un país 
  
 
  
Donde el amor será rey
  
 
  
Donde el amor será ley
  
 
  
Donde tu serás reina 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes
  
 
  
 
  
Inventaré
  
 
  
Palabras absurdas 
  
 
  
Que tu comprenderás
  
 
  
Te hablaré 
  
 
  
De aquellos amantes de allí 
  
 
  
Que vieron dos veces
  
 
  
Arder sus corazones 
  
 
  
La historia de ese rey
  
 
  
Muerto por no haberte 
  
 
  
Encontrado
  
 
  
No me dejes
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes
  
 
  
 
  
Se ha visto a menudo echar fuego 
  
 
  
En el viejo volcán cuando uno creía demasiado viejo 
  
 
  
Resulta que las tierras quemadas
  
 
  
Dan más maíz 
  
 
  
Que el mejor abril 
  
 
  
Y que cuando viene la tarde 
  
 
  
Para que un cielo flamee es necesario que el rojo y el negro no se mezclen
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes
  
 
  
 
  
No voy a llorar más
  
 
  
No voy a hablar más 
  
 
  
Me esconderé allí 
  
 
  
Para mirarte
  
 
  
Bailar y sonreír 
  
 
  
Llegar a ser 
  
 
  
La sombra de tu sombra
  
 
  
La sombra de tu mano 
  
 
  
La sombra de tu perro 
  
 
  
No me dejes
  
 
  
No me dejes
  
 
  
No me dejes 
  
 
  
No me dejes
  
 
  
 
  
 
  
 
  
   
  
 
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