martes, 11 de marzo de 2008

Jacques Brel no nos ha dejado

Tomado de un reportaje de www.laverdad.es


«En el primer tiempo del vals,/ completamente sola ya sonríes./ En el primer tiempo del vals,/ estoy solo pero te veo./ Y París que marca el tiempo./ París que mide nuestra emoción...» Poeta, compositor, cantante y actor, Jacques Brel acabaría siendo, sin embargo, mucho más que el autor de tan manida e inolvidable canción sobre el amor sumiso, como atestigua su inmensa y muy contemporánea obra, de cuando los verdaderos autores hablaban con honestidad de la vida y huían del éxito fácil.


Hace casi 30 años, el 9 de octubre de 1978, fallecía en un hospital próximo a París, a la temprana edad de 49, de un cáncer de pulmón. Desde 1975 navegaba por el mundo en su velero L’ Askoy y, como Paul Gauguin tres cuartos de siglo antes, había llegado al mismo lugar de Atuana, en la isla de Hiva Oa, en el lejano archipiélago de Las Marquesas. Allí sería enterrado, muy cerca del pintor, pero antes todavía tuvo tiempo y ganas de grabar un último álbum, de título simplemente Brel (Barclay, 1977); quizá su mejor álbum, justo al final.


Empezar a engañar


El artista había dejado prácticamente la canción hacia 1967, «porque estaba en el momento en que se empieza a engañar», para dedicarse más al cine y el teatro. Cuando salió al mercado, en el otoño anterior al de su muerte, las tiendas de discos de París, como las de toda Francia y toda Bélgica, su Llano país, se cubrieron de pilas enormes de aquel álbum, después de haber satisfecho más de un millón de pedidos por adelantado.

«Hablan de la muerte como tú hablas de una fruta./ Observan el mar como tú miras un pozo./ Las mujeres son lascivas, al sol temible./ Y aunque aquí no hay invierno, esto tampoco es el verano... En Las Marquesas...», descubre cómo quiso recibir a la muerte, cuando la veía llegar. Encima lo contaba sin ambages, del mismo modo que se consolaba con los recuerdos de su mejor amigo, Georges Pasquier, o que reconocía con amargura que «la vida no hace regalos» y expresaba, desde el anonimato en un aeropuerto, que «es triste/ Orly el domingo,/ con o sin Bécaud»

.Brel será artífice destacado de la canción francesa de su época, de gran influencia tanto fuera como dentro de Francia, junto a autores e intérpretes como Piaf, Brassens, Bécaud, Léo Ferré, Ferrat, Barbara, Juliette Gréco o Charles Trenet, el mayor y el maestro de la mayoría, como él mismo reconoce.

Brel, como Brassens, no duda en cantarlo todo de todos: del diablo, del odio, de la ternura, de las mujeres, de las damas protectoras, del próximo amor, de Rosa, de Mathilde, de Marieke y de Clara, de los nombres de París y de la Bruselas de sus abuelos, cuando él «esperaba la guerra» y ella «esperaba a mi padre», o de los burgueses, de cuya forma de ser nunca pudo sustraerse del todo, aunque llegara a maldecirlos con sangrante ironía: «Los burgueses son como los cerdos, cuanto más viejos se hacen, más estúpidos se vuelven».


Solista


Cuando en 1961 actúa por primera vez como solista en el Olympia, Edith Piaf se rendiría a la evidencia y brindaría con buen vino tinto por el artista: «Va hasta el límite de sus fuerzas; cada frase te llega a la cara y te deja como groggy», detalla Marc Robine, cantante e historiador de la canción francesa, y autor del libro biográfico Grand Jacques, le roman de Jacques Brel (1998).

En 1964 vuelve a actuar en el mítico teatro. Esta vez, en medio de un repertorio a medio renovar, presenta Amsterdam, otro de sus éxitos instantáneos, que años después llegará a adaptar el camaleónico y sofisticado David Bowie, que no pudo resistirse a la fuerza expresiva de la canción que mejor resume el espíritu del vaivén humano en los puertos marítimos.

Volverá a tener otra gran actuación en el templo de las variedades, ya en 1966, pero al año siguiente se despide de la canción en Nueva York, hasta el entonces impensable último disco.

Independiente a muerte, no dejó sin embargo de especificar su compromiso con la sociedad de su época, cuando ya al final, en 1977, en el tema que dedicada al fundador del Partido Socialista de Francia, asesinado en 1914, acuña en el estribillo para que no se olvide jamás «¿por qué mataron a Jaurès?».


El engañoso ‘abad’

El descreído y socarrón Brassens le puso el sobrenombre de L’Abbé Brel, para el regocijo de Ferré, Reggiani, Leclerc, Moustaki y todos los que pululaban por los cabarets de París, tal era el talante parroquial del recién llegado. Pero Brel había dejado una acomodada vida –como director de la cartonería de su padre– y acabaría alejándose de su mujer y sus hijas: «la paternidad no existe», dice.

Brassens, poeta esencial, es siete años mayor, pero ambos comparten una amistosa y creativa rivalidad jalonada por temas abordados por ambos con maestría y agudeza, como los tratos con las mujeres, los excesos de los patrones, el acto de testar los bienes o la muerte.

Él mismo encontraba la gracia en una guitarra. Luego, todo lo arreglaban con combinatoria moderna sus inseparables el director de orquesta François Rauber y el pianista Gérard Jouannest, compañero de Juliette Gréco. La musa del existencialismo fue de las primeras en incorporar a Brel a su repertorio, con Le diable, allá por 1957: «Nada se vende pero todo se compra./ El honor e incluso la santidad, esto marcha./ Los Estados se transforman a escondidas/ en sociedades anónimas, esto marcha./ Los grandes se disputan los dólares/ venidos del país de los niños./ Europa repone El avaro...»



Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Il faut oublier

Tout peut s'oublier

Qui s'enfuit déjà

Oublier le temps

Des malentendus

Et le temps perdu

A savoir comment

Oublier ces heures

Qui tuaient parfois

A coups de pourquoi

Le cœur du bonheur

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Moi je t'offrirai

Des perles de pluie

Venues de pays

Où il ne pleut pas

Je creuserai la terre

Jusqu'après ma mort

Pour couvrir ton corps

D'or et de lumière

Je ferai un domaine

Où l'amour sera roi

Où l'amour sera loi

Où tu seras reine

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Je t'inventerai

Des mots insensés

Que tu comprendras

Je te parlerai

De ces amants-là

Qui ont vu deux fois

Leurs cœurs s'embraser

Je te raconterai

L'histoire de ce roi

Mort de n'avoir pas

Pu te rencontrer

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

On a vu souvent

Rejaillir le feu

D'un ancien volcan

Qu'on croyait trop vieux

Il est paraît-il

Des terres brûlées

Donnant plus de blé

Qu'un meilleur avril

Et quand vient le soir

Pour qu'un ciel flamboie

Le rouge et le noir

Ne s'épousent-ils pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Je ne vais plus pleurer

Je ne vais plus parler

Je me cacherai là

A te regarder

Danser et sourire

Et à t'écouter

Chanter et puis rire

Laisse-moi devenir

L'ombre de ton ombre

L'ombre de ta main

L'ombre de ton chien

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas.

Traducción

No me dejes

Es necesario olvidarse

De todo puede olvidarse

Que ya se va

Olvidar la época de los malentendidos y del tiempo perdido

A saber cómo

Olvidar esas horas

Que mataron a veces

A golpes de preguntas

El corazón de la felicidad

No me dejes

No me dejes

No me dejes

No me dejes

Yo te ofreceré

Las perlas de lluvia

Venidas de países

En donde no llueve

Cavaré la tierra

Hasta después de mi muerte

Para cubrir tu cuerpo

De oro y de luz

Haré un país

Donde el amor será rey

Donde el amor será ley

Donde tu serás reina

No me dejes

No me dejes

No me dejes

No me dejes

Inventaré

Palabras absurdas

Que tu comprenderás

Te hablaré

De aquellos amantes de allí

Que vieron dos veces

Arder sus corazones

La historia de ese rey

Muerto por no haberte

Encontrado

No me dejes

No me dejes

No me dejes

No me dejes

Se ha visto a menudo echar fuego

En el viejo volcán cuando uno creía demasiado viejo

Resulta que las tierras quemadas

Dan más maíz

Que el mejor abril

Y que cuando viene la tarde

Para que un cielo flamee es necesario que el rojo y el negro no se mezclen

No me dejes

No me dejes

No me dejes

No me dejes

No voy a llorar más

No voy a hablar más

Me esconderé allí

Para mirarte

Bailar y sonreír

Llegar a ser

La sombra de tu sombra

La sombra de tu mano

La sombra de tu perro

No me dejes

No me dejes

No me dejes

No me dejes