viernes, 3 de octubre de 2008

Roberto Artl:


Clarín, Sábado 01 de abril de 2000
CULTURA / ANIVERSARIO: CENTENARIO DEL AUTOR DE "LOS SIETE LOCOS"

Roberto Arlt: anatomía de un gran escritor argentino

Su viuda armó junto con Clarín el plano íntimo de este hombre "violento y tierno" que murió a los 42 años.

ALBERTO GONZALEZ TORO. De la Redacción de Clarín


Elisabeth Shine, viuda de Arlt, entrecierra sus ojos castaños, y se remonta en el tiempo: "Roberto era un hombre muy buen mozo. Se peinaba hacia atrás con gomina Brancato". A sus 88 años, la última mujer del autor de Los siete locos aún conserva rasgos de una belleza pasada. Lúcida, memoriosa, Elisabeth vive en un geriátrico de la calle Segurola, en Villa Devoto. "Era tierno y violento a la vez, como sus personajes. Toda su obra es una gran autobio grafía", reflexionó en el húmedo mediodía de ayer.

A cien años del nacimiento de Arlt, su viuda evoca el día en que se conocieron: Carmen Antinucci -la primera mujer del escritor- agonizaba en el hospital Tornú, enferma de tuberculosis. Elisabeth tenía 27 años y Roberto 39. Los dos trabajaban en la Editorial Haynes, en Río de Janeiro y Bogotá, Caballito. Arlt: periodista estrella del diario El Mundo; ella: secretaria de León Bouché, director de la revista El Hogar. "Roberto se hospedaba en una pensión que estaba a una cuadra del diario, y yo vivía en la calle Iberá, en Núñez. Entonces él decidió mudarse a una pensión de la calle Cabildo, a tres cuadras de mi casa", recuerda esta mujer, hija de un padre inglés y de una madre francesa.

"Le voy a revelar un secreto: el gran amor de Roberto no fui yo ni Carmen. Su gran pasión fue una chica pianista, Maruja Romero, la Irene de su novela El amor brujo". En el jardín del geriátrico, repleto de flores, una leve brisa agita el pelo de Elisabeth.

Arlt murió de un infarto un frío 26 de julio de 1942. Le había pedido a su esposa que lo cremasen. Sus cenizas fueron esparcidas sobre un río del Delta. En una de sus Aguafuertes Porteñas, Arlt había escrito: "Me he inscripto en la sociedad de cremaciones para que el día que yo muera el fuego me consuma y quede de mí, como único rastro de mi limpio paso sobre la tierra, unas puras cenizas".

La muerte lo había obsesionado siempre. En su primera novela, El juguete rabioso, Silvio Astier se tortura: "Algún día moriré y los trenes seguirán caminando, y la gente irá al teatro como siempre, y yo estaré muerto, bien muerto... muerto para toda la vida... í Ah, si se pudiera descubrir algo para no morir nunca, vivir aunque fueran quinientos años!".

"Cuando Roberto murió, vivíamos en una pensión de la calle Olazábal, en Belgrano. En sus bolsillos tenía setenta centavos, todo su capital. Después, junto a su hija Electra Mirtha, abrimos el cajón de su escritorio y encontramos un pagaré de quinientos pesos. El Círculo de la Prensa me ayudó a pagar esta deuda", dice Elisabeth.

Después de su muerte, Arlt fue olvidado. Sólo algunos compañeros de la redacción de El Mundo, o amigos como Leónidas Barletta, trataron de que su memoria perdurara. Recién casi una década más tarde, en 1950, un escritor y militante del Partido Comunista, Raúl Larra, editó la pimera biografía de Arlt, que pese a sus limitaciones fue el primer intento de comprender la torturada vida de su genio. En 1954, desde la revista Contorno, David Viñas y Juan José Sebreli -entre otros- pusieron sobre el tapete el nombre de ese hijo de inmigrantes que no alcanzó a ter minar la escuela primaria. En 1997, Viñas escribe: en la literatura argentina sólo hay "dos únicas figuras a las que se puede llamar geniales: Sarmiento y Arlt".

La reedición de sus obras, entre ellas las "Aguafuertes" que publicó en El Mun do, actualizaron al autor de Los lanzallamas. Empezaron a conocerlo, también, en el exterior: España, Italia, Francia, Rusia. Ahora se lo está traduciendo al portugués. "Es muy difícil traducirlo, es cierto. Su lunfardo de los años 20 y 30 resulta casi incomprensible aun para los jóvenes argentinos de hoy", opina Sylvia Saítta, doctora en Letras e investigadora del Conicet. Saítta ha escrito la última biografía de Arlt, editada por Sudamericana, que el lunes estará en las librerías.

Desesperado, Arlt afirmó una vez: "Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos".

Hijo de la triestina Catalina Iopztraibizer y del prusiano Karl Arlt, el escritor nació el 26 de abril de 1900 en el centro de Buenos Aires, en la entonces calle La Piedad (actual Bartolomé Mitre) al 600. Pero cuando el chico apenas tenía un año, sus padres se trasladaron al barrio de Flores, a la calle Méndez de Andés 2138. Arlt vivió aquí hasta los 16 años, cuando decidió abandonar su casa porque ya no toleraba la violencia casi sádica de su padre. Roberto tuvo una hermana, Lila, que murió a los 33 años, tuberculosa. "Siempre la recordaba con mucho afecto. Tenía una gran afinidad con ella", dice Shine."

Se han contado muchas mentiras sobre él, como ese cuento del piano que Roberto llevaba a las pensiones y por eso lo echaban. En realidad, lo único que hacía era aporrear el piano en el club que tenía Haynes. Roberto siempre tenía proyectos, pero los abandonaba enseguida. Salvo su entusiasmo por inventar medias eternas para las mujeres. Hasta unas horas antes de su muerte soñaba con este invento que, según él, lo iba a enriquecer".

Pesimista, sardónico, cínico, romántico, eterno buscador de la pureza, descreído del amor, Arlt afirmaba que había nacido el 7 de abril. Como tenía fe en los horóscopos, quería ser de Aries; detestaba el signo Tauro. "El era así", musita su viuda. Y acaricia con los ojos una rosa del jardín.


El hijo, entre libros y mapas


Tímido, introvertido, Roberto Arlt hijo cumplirá 58 años en octubre. Nació tres meses después de la muerte de su padre. Desde hace 27 años trabaja en una biblioteca municipal de Villa Devoto, frente a la plaza Arenales. Con extrema educación le dice al cronista: "Usted sabrá perdonarme pero yo nunca hablo sobre mi padre ni sobre su obra. A mí me gustan la arquitectura y la geografía". Arlt hijo es un hombre de baja estatura, grandes ojos celestes y un rostro en el que se pueden ver rasgos de su padre.

Su madre, Elisabeth Shine, ha contado que su hijo es un gran lector de las Aguafuertes Porteñas, "porque le apasionan las ciudades". El lo admite: "Conozco Montevideo, Río de Janeiro, y San Pablo. Me gusta ver las calles, la gente, los edificios". Desde hace cinco años, vive solo en un departamento de Flores. Visita a su madre tres veces por semana. Jamás se ve con Electra Mirtha Arlt, su hermanastra.

"Mirtha cobra las dos terceras partes de los derechos de autor; Elisabeth y su hijo reciben la otra parte. Nunca han tenido buena relación", cuenta el doctor José Ignacio García Hamilton, apoderado de la viuda de Arlt.

"A Electra -Elisabeth destaca el nombre con una sonrisa- le gusta mucho el dinero. Todo lo contrario de su padre. Así son las cosas".


Un donjuán torturado


"Pensó con tristeza que su voluntad había desaparecido para siempre. Irene continuaba viviendo en su imaginación. Despojada de toda apariencia terrestre, se manifestaba en el fondo de su pecho por una dulzura queda, semejante al debilísimo perfume de ciertas flores muertas." Así termina el capítulo II de El amor brujo, la novela donde Arlt relata su intensa relación con Maruja Romero, el gran amor de su vida.

Sus amigos dijeron siempre que Arlt tuvo un gran éxito con las mujeres. Pero es cierto, también, que sus relaciones fueron tensas, llenas de amor y odio, y que su búsqueda de la pureza absoluta naufragaba en "caminos largos y tenebrosos".

En la novela, el ingeniero Estanislao Balder abandona a Irene porque descubre que no es virgen. En la realidad, según contó Elisabeth a Clarín, el final fue muy trágico. "Pero no le voy a decir lo que me contó Roberto".

El político y escritor chileno Volodia Teitelboim, que conoció a Arlt en Santiago en 1940, recordó que una Nochebuena fue a dejar una carta en el correo, que está frente a la Plaza de Armas. Al volver, vio a un hombre sentado en un banco, que sollozaba con la cabeza entre las manos. Era Arlt. "Sufría por una mujer que había dejado en Buenos Aires".


Los pasos de Arlt


1900. Nació el 26 de abril de 1900 en la calle La Piedad (actual Bartolomé Mitre) al 600. Cerca de allí, está hoy la plaza Roberto Arlt.

1902. A los dos años la familia Arlt se mudó a una casa de Flores, en Méndez de Andes 2138. Hoy, tiene otros habitantes pero se conserva tal como era.

1906-1916. Cursó parte de la escuela primaria en un colegio ubicado en Paramaribo (actual Fragata Sarmiento) 610. A los 16 años, Roberto Arlt se fue de su casa.

1920. No pudo establecerse en qué pensiones de Buenos Aires vivió pobremente entre 1916 y 1920. Desde este año y hasta 1924, estuvo en Córdoba, donde hizo la conscripción en el Ejército. Allí se casó con Carmen Antinucci. Y en esa provincia nació su hija Mirtha, en 1924.

1924. Regresó a Buenos Aires. Compró un terreno en el barrio de Villa Devoto, pero por un tiempo volvió a vivir con sus padres, que para esa época tenían una casa en la calle Canalejas (hoy Felipe Vallese) 2137.

1926. Comenzó a frecuentar a los escritores del grupo de Boedo, como Leónidas Barletta y Elias Castelnuovo. En 1926, publicó El juguete rabioso.

1927. En 1927, ingresa a trabajar como periodista en el diario Crítica, cuya redacción estaba en Avenida de Mayo 1333. Entró como cronista de policiales.

1928. En 1928, comenzó a trabajar en el diario El Mundo, en Río de Janeiro y Bogotá. Allí escribe sus "Aguafuertes porteñas". Se hizo popular como periodista.

1929. En 1929, publicó Los siete locos. Fantástico, secretamente irónico, fue considerado un texto fundamental de la literatura argentina recién en los 50.

1940. En 1940 se casó con Elisabeth Shine. Ella era empleada de la editorial Haynes. A los pocos meses de la muerte del escritor, nacería su hijo, llamado como él.

1942. El 26 de julio de 1942 murió de un ataque al corazón en una pensión de Belgrano, en la calle Olazábal 2031. Su cadáver fue cremado y sus cenizas arrojadas en un río del Delta. Hacía tiempo que Arlt sufría de problemas coronarios, pero él no les daba importancia. Siguió fumando y tomando café en grandes cantidades. En cambio, casi no podía probar el alcohol porque le hacía muy mal. Solía sufrir de fuertes dolores de estómago. Pocas horas antes de su muerte había estado en el Círculo de la Prensa, donde se realizaban elecciones. Lo vieron de buen humor. Se despidió con una sonrisa.

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